No hay forma de empezar este interrogatorio que preguntando cómo se siente tras haber ganado el Premio Ribera del Duero, que vuelve a Argentina tras casi una década que lo obtuviera Siete casas  vacías de Samanta Schweblin. Confiese...

¡Desde que me enteré, no duermo! No creo olvidarme nunca el día que Juan Casamayor me llamó para decirme que había ganado. Me fue pasando uno a uno con los jurados, Mariana Enriquez, Brenda Navarro, Carlos Castán, luego el presidente Enrique Pascual del Consejo Regulador de la D. O. Ribera de Duero. Estaba en shock y creo que todavía no se me pasa.

Estuve varios años trabajando con estos cuentos y cuando me enteré de la convocatoria se convirtió en un desafío presentarme. Me lo propuse hace más de un año. Sobre el final, cuando quedaban pocas semanas para que se cerrara la convocatoria, pensé que no iba a llegar, esos instantes en los que uno flaquea.

Estoy muy feliz, muy agradecida. Ya había sido un premio quedar finalista, que hayan seleccionado mi manuscrito entre tantos que se recibieron y llegar a esa instancia con escritoras que admiro tanto, Fernanda Trías, Katya Adaui, Nuria Labari y Dahlia de la Cerda. Páginas de espuma es una editorial de mucho prestigio, la gran casa y la fiesta de los cuentistas en habla hispana, así que haber llegado hasta esa instancia ya era un honor. Ganar este premio, es una forma de la felicidad nueva, que no conocía realmente.

Cuatro cuentos largos que oscilan entre el universo de la brevedad que la distancia corta propicia y la suficiente extensión para desplegar algunas estrategias narrativas más detalladas. ¿Cómo se ha sentido en esta tierra de nadie?

Tierra de nadie es una buena expresión para pensar el ejercicio de la escritura. Es, de cierta forma, verdadera, aunque también falsa. Es falsa porque uno se pone a escribir sabiendo que ya se escribió todo y, además, mucho mejor. Pero también es casi siempre un viaje que, al menos yo, suelo iniciar sin demasiadas certezas. Lo que sí tuve siempre en claro es que quería que este libro estuviese conformado por cuatro relatos largos o, al menos, un poco más extensos que los cuentos que formaron parte de mi primer libro, Los mejores días. Me interesaba poder incluir más capas, que los nudos estuvieran definidos, pero que también soltaran sus gajos, se ramificaran.

En general reescribo durante mucho tiempo y en ese proceso me enfoqué varias veces en la tarea de acortar, ajustar, quitar para que no se extendieran por demás. No quería que perdieran su forma.

El cuento es un género fabuloso, me obsesiona estudiar cómo los cuentistas que más me gustan los construyen, qué licencias se toman, hasta dónde llevan los límites del cuento, dónde eligen terminar, imaginar razones. A veces las reglas del cuento aparecen difusas para mí, a veces no quiero respetarlas, otras veces me parece que las formas clásicas me permiten bailar dentro y desplegar un estilo propio o, idealmente, lo más propio posible.

Las cuatro historias constituyen una suerte de rosa de los vientos donde cada texto apunta en una dirección y, sin embargo, hay vínculos subterráneos, atmósferas compartidas, vaivén de personajes y objetos. Háblenos del aliento, de la mirada a todo el libro que posee un entramado sutil de dependencias a partir de la autonomía de cada cuento.

Me entusiasmaba la idea de cuatro “temas” que trenzaran los dedos entre sí: la madre, la muerte, el trabajo, el amor. Podría decir que son los temas centrales de los relatos, que cada uno se ocupa más de uno que de otro, pero también que recorren a todos. La muerte y el dolor son una constante, pero no se trata solo de la muerte de alguien, sino de la muerte de la juventud, la muerte del deseo, la muerte de la ilusión o del amor. La madre es una presencia muy fuerte en uno de los cuentos y en otro lo es como sombra y fantasma, como cenizas; el trabajo también es central en dos relatos, y el amor a veces funciona como anhelo y otras como una forma de compañía, el amor por permanencia.

Sin embargo, pensé cada cuento como una unidad en si misma, un pequeño mundo con sus conflictos y sus personajes que se abastezca a sí mismo, que no precise de los demás para existir y ser leído, pero que convivan, que subterráneamente estén hermanados.

Personajes que recurren a la insistencia, a la voluntad de seguir adelante; que se encuentran abandonados, desamparados, que conviven con la memoria y con el conflicto. Bajo estas condiciones se abren los cuentos a mundo de la familia, de la muerte, del amor, incluso del trabajo. Háblenos de estos personajes y su esencial función en los cuentos, casi cuentos de personaje/s.

En general el duelo, el dolor, el enojo o la tristeza no son sentimientos o estados en los que se nos invite a permanecer. Casi todos los discursos terapéuticos o “sanadores” que nos atraviesan y con los que se nos bombardea constantemente tratan de alentarnos a salir de ahí. Se habla de superar algo, de dar vuelta la página, de aprender del dolor y seguir. A mí me interesaba desplegar personajes que no salieron del dolor, que no lo consiguieron, que no lo consiguen, que quizás lo intentan, pero para quienes no resulta tan fácil ni natural. Una mujer queda paralizada en un accidente que tuvo en la adolescencia, otra se enferma después de un disgusto, una pareja permanece estacionada en la incomodidad. Me interesaba explorar esos espacios “poco recomendados”, qué pasa ahí, qué pasa con el tiempo, con la ilusión, con la propia percepción y cómo se da el encuentro con los otros. Personajes trabados en una fractura de su vida, personajes que no superan algo, que no han podido seguir adelante del todo.

El libro es un recorrido por un espacio de periferia, de huida del centro, de escapada a unas cataratas de paréntesis laboral o a la costa del mar a confirmar la muerte de una madre o de un amor. Profundicemos en esta descentralización de sus historias y llevar a los personajes casi literalmente al abismo (en ocasiones, al suicidio).

Esos desplazamientos que realizan los personajes los predisponen, u obligan, a enfrentar la vida, moverse, o al menos intentarlo. Son movimientos que desatan la acción y el conflicto, o iluminan revelaciones.

Tiendo a pensar que las vacaciones, los viajes que hacemos lejos de casa, suelen ser, en general, un paréntesis de los días y pueden llegar a condensar lo mejor y lo peor de lo que somos, de lo que cargamos, como si todo estuviese bajo la lupa. Esperamos relajarnos, pasarla bien, todas exigencias que vienen atadas a las vacaciones o las escapadas, pero ese proyecto no siempre triunfa. Seguimos siendo los mismos solo que en otro lado.

No poder evitar ser quien se es podría ser una definición de los personajes de estos cuentos. No hay escape de uno mismo, somos lo que elegimos y lo que no nos animamos a elegir, y no hay escape. Como ese poema de Kavafis que lo dice con tanta fuerza y belleza: "No hallarás otra tierra ni otra mar/ La ciudad irá en ti siempre. Volverás / a las mismas calles. Y en los mismos suburbios / llegará tu vejez; (...) La vida que aquí perdiste/ la has destruido en toda la tierra".

Para terminar, no podemos pasar por alto esa perfecta combinación entre la ternura y el humor que genera y golpea suavemente al lector, esa perfecta combinación entre lo anecdótico y lo poético de palabra exacta y alcance universal. Su estilo maneja ambos registros, los ensambla y sentimos al leerle un constante latido, como escuchar el repiqueteo de una piedra encerrada en una caja. Profundice en su labor con el estilo y la extraordinaria tensión que logra en la lectura.

El humor es un salvavidas. Creo que el drama un poco envuelto en comedia, o más bien, la comedia esperando muy cerca del drama, y al revés, es la forma en la que solemos vivir. Pases en la coreografía que hacemos todo el tiempo —en la vida, en la conversación— y cuando esto se da en lo que leo, cuando la escritura abraza esta paradoja de opuestos que conviven, siempre lo disfruto. Eso intenté replicar, no estoy segura de haberlo conseguido, uno nunca sabe qué puede hacer reír o sonreír a alguien mientras lee, pero me lo propuse como desafío, aligerar la tragedia. Hay muchas cosas tristes y dolorosas que les pasan a estos personajes, me interesaba que eso estuviera moderado también por el traspié cómico que puede tener el drama.

Es difícil hablar del propio estilo, pero creo que lo más disfruto de la escritura es la posibilidad de permanecer en el lenguaje, de explorar sus límites y de hacerme pensar. Creo que si algo del orden de lo poético aparece en mi escritura es como una derivación de la exploración en si misma. Nunca sé cómo voy a escribir algo, empiezo y avanzo bastante a tientas, pero me gusta imaginar un ritmo que tengo que seguir, una canción interior.


SOBRE LA OBRA DE MAGALI ETCHEBARNE


«Tiene poder de síntesis, gracia y ritmo.» HEBE UHART

«Una voz propia muy fuerte y un manejo de las atmósferas tan sutil que obliga a pensar: “¿Dónde está el truco?”» LEILA GUERRIERO

«Todo está a la vista y sin embargo el misterio persiste.» ALAN PAULS

«Magalí Etchebarne tiene una capacidad impresionante para poner en palabras las contradicciones, las inseguridades y los deseos de sus personajes. Un primer libro de una contundencia pocas veces vista.» FEDERICO FALCO

«Etchebarne le pone el cuerpo al nuevo cuento argentino.» GABRIELA CABEZÓN CÁMARA

«En las narraciones de Magalí Etchebarne hay una voz personalísima que logra que sintamos que todo está siendo nombrado por primera vez.» MARTA SANZ

«Etchebarne parece haber llegado a un punto de encuentro con la madurez estética sin recorrer ningún paso previo.» DANIEL GUEBEL

«Una prosa con textura, trabajadísima, al servicio del poder de unas imágenes que logran a su vez proyectar en desvío al personaje y su ambiente. Como si el ojo fuese narrando todo hacia dentro. Me sentí muy cercano a estas relaciones entre la perturbación y la epifanía, que parecen ir buscando ráfagas de belleza entre la basura. Uno de los mejores debuts que recuerdo en años. Aunque, en rigor, no se trata de un primer libro: son más bien enésimos textos ‐se escucha entre líneas‐ recién ahora publicados.» ANDRÉS NEUMAN

«Etchebarne sorprende también por la observación precisa del detalle y el gesto honda.» GRACIELA SPERANZA

«Este libro (Los mejores días) Tiene frases sabias, afiladas y compasivas, como escritas con un instrumento que esculpe pedazos rústicos de mundo, con la destreza y la decisión de quien se sabe capaz de convertirlos en belleza. Podría llamarse magia —o alquimia—, pero es solo talento.» MARGARITA GARCÍA ROBAYO